Los perros ferales son perros feroces. La mayoría nunca ha experimentado una caricia humana y evitan cualquier contacto con el hombre. Los perros ferales no son perros callejeros, son depredadores implacables que cazan casi cualquier animal que se les ponga enfrente. Esta es la historia de una especie invasora y también la de una región, la Isla Cedros, en Baja California, un territorio sinuoso cubierto de niebla.

Lo primero que Juan Pablo Gallo notó al llegar a la isla fue que había menos lobos marinos que la última vez que estuvo allí, muchos menos. La colonia se había reducido casi a la mitad si la comparaba con el último censo. Pero esta vez Juan Pablo no estaba allí solo para contar lobos marinos, así que echó un último vistazo a la playa y junto con sus colegas comenzó con la búsqueda.

El grupo de científicos tardó más en bajar de la lancha que en encontrar el primer indicio. El excremento del depredador manchaba la isla y de una de las heces sobresalía el fragmento de una costilla de lobo marino. Tomaron muestras como evidencia y continuaron. Pronto otra señal, el cadáver de una cría. Tenía la piel desgarrada y le habían arrancado el vientre. Al analizar el cuerpo, las marcas de mordidas se hicieron evidentes.

La investigación prosiguió a lo largo de un arroyo seco, donde encontraron echaderos y huellas de lo que parecía ser un carnívoro grande. Pero unos metros más adelante la búsqueda terminó. Los ladridos se escuchaban cada vez más cerca y los científicos no estaban preparados para enfrentarse con un animal que ya había atacado a otros seres humanos.

CUIDADO CON EL PERRO

Los perros ferales son perros feroces. La mayoría nunca ha experimentado una caricia humana y todos evitan cualquier contacto con el hombre. Los perros ferales no son perros callejeros, no esperan fuera de los restaurantes a que el comensal piadoso les aviente un trozo de pan y no rondan los basureros en búsqueda de alimento. Los perros ferales son depredadores implacables, que cazan casi cualquier especie que se les ponga enfrente. Y, aunque prefieren presas pequeñas, que no superen los 50 kilogramos, han matado al enorme kudú, un antílope africano que llega a rebasar los 200 kilogramos de masa corporal.

Estos animales son descendientes directos de otro tremendo depredador, son una subespecie del lobo gris, Canis lupus. Pero, contrario a lo que podría pensarse, pertenecen a la misma especie que el perro que descansa plácidamente en el sillón de una familia en la ciudad o del que cuida el ganado en una zona rural. Biológicamente, los perros ferales son perros domésticos, Canis lupus familiaris, que se han aislado de la influencia humana y han adoptado un comportamiento salvaje.

La parte norte de Isla Cedros es un territorio sinuoso y despoblado, los habitantes de la isla lo llaman la sierra, y con razón, pues a menos de cinco kilómetros de la costa se levantan picos de mil metros de altura. Fue en esa zona donde los dos pescadores se accidentaron.

El mayor tenía alrededor de 45 años y una barba que le llegaba hasta el pecho, se la había dejado crecer durante la larga temporada de pesca. El otro era un “chavalo jovenzón”. Sacaban langosta como cualquier otro día, pero de un momento a otro, la lancha, las trampas, todo se les volteó y tuvieron que varar de emergencia junto a un acantilado.

Sin forma de comunicarse o transportarse no les quedaba más que atravesar casi nueve horas de sierra y costa para llegar al primer poblado, así que comenzaron la marcha. No imaginaban que además tendrían que enfrentarse a una jauría de perros ferales.

Eran alrededor de 10, todos amenazantes, y no dejaban de acechar a los dos hombres. Si no hacían algo no llegarían nunca al pueblo.

 

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