Poco se sabe de ella más allá de esta poderosa foto y su nombre, Divya, pero su determinación y entrega han servido para mover conciencias y que su tesón y esfuerzo se vean reconocidos en su India natal, paradigma habitual de las desigualdades y de las dificultades que sufren millones de personas para vivir de una forma digna.

Cada tarde-noche, cuando cae el sol, la estación de ferrocarril de Orai, en Uttar Pradesh recibe la visita de la niña. No acude allí porque espere ningún tren ni por el mero placer de caminar, sino porque necesita la luz con la que se ilumina el recinto.

Cargada con sus libros de texto y los deberes que le han puesto en la escuela, se tumba en el hall, muy cerca de las taquillas de venta de billetes, y estudia sus asignaturas y hace las tareas. Descalza. A la vista de todos. En un ejemplo más de que hay muchos niños en el país que continúan estudiando gracias a su propio ejercicio de responsabilidad y fuerza de voluntad y no por las facilidades que tienen.

Su casa no está excesivamente lejos, pero tiene un gran problema y es que que no tiene electricidad; por eso solo puede estar en ella haciendo los deberes hasta que el sol se pone. Es en ese momento en el que coge su mochila negra y afronta el camino hacia la estación. Cuando termina las tareas vuelve a su hogar y al día siguiente recupera su misma rutina, tal y como revela The Logical Indian.

Ella misma es consciente, pese a ser solo una niña, que la única forma de salir de la situación de precariedad en la que se encuentra su familia, es continuar con sus estudios y esforzarse por encontrar un buen trabajo, aunque no es nada sencillo.

Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), casi 300 millones de personas en la India viven en una situación de pobreza extrema, especialmente en zonas rurales. Ejemplos como el de la pequeña Divya muestran que estudiar es casi un lujo que no todos se pueden permitir.

Javier Taeño (@javiertaeno)